A Gregorio Ordóñez se la ha descrito con las mejores virtudes. Decir que «Goyo» era un hombre digno, trabajador, sencillo, carismático, valiente y honesto es apenas decir nada sobre él. Que siempre estaba al servicio de los demás o que no era un político convencional, sino un símbolo para San Sebastián es tan solo una aproximación a todo lo que representó para los vascos y el conjunto de los españoles. Él era mucho más.
Gregorio Ordóñez cometió el error de expresar siempre lo que pensaba. Sin miramientos, a pie de calle. Eligió el camino difícil pero auténtico en los años más duros del terrorismo. No llevaba escolta y tenía treinta y seis años, por eso lo asesinó ETA el 23 de enero de 1995. Eliminarlo a él representaba una victoria mucho mayor para los terroristas: suponía también cancelar sus ideas, su incansable defensa de que todo vasco pudiera ser libre y declararse naturalmente español.
Aquel día, España entera perdió un referente moral. No fue el primero ni el último. Casi un millar de víctimas del terrorismo lo acompañaron en la negra lista de asesinados. Aquellos hombres y mujeres representan el valor último de la libertad. Los españoles tenemos la responsabilidad de mantener vivos su ejemplo y memoria, de honrarlos desde nuestras instituciones y de evitar el blanqueamiento y el homenaje de sus verdugos y de sus herederos. Nuestra Nación tiene la obligación de compensar una injusticia histórica. Que los delitos de terrorismo no prescriban, que no haya ningún beneficio penitenciario a quien no colabore en el esclarecimiento de los más de trescientos asesinatos que siguen impunes. Y, por supuesto, endurecer las condenas a los ultrajes a las víctimas. Si no lo remediamos, frente a la necesidad política de una parte de la izquierda, vamos abocados a la impunidad de muchos asesinatos, excarcelaciones y el blanqueamiento de los criminales.
Fijémonos siempre en el ejemplo de Gregorio Ordóñez, que sea nuestra referencia moral y política, nuestro faro en los instantes de oscuridad y confusión por los que atraviesa España. Desde aquí mi recuerdo y homenaje a un valiente al que los cobardes le quitaron su vida, víctima de la intolerancia y la indiferencia de una gran parte de su propio pueblo.
Jorge Rodrigo Domínguez es presidente del Partido Popular del distrito de Salamanca y diputado de la Asamblea de Madrid
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