A lo larga de 50 años de terrorismo. ETA ha declarado media docena de treguas de diferente duración que muchos expertos calificaban como “periodos de rearme y reorganización”. Cese de sus actividades terroristas que siempre se rompían de la misma manera: cometiendo un atentado para demostrar al Gobierno de turno que seguían teniendo capacidad de golpear a la sociedad española.
Una de estas treguas fue la que la banda decretó en septiembre de 1998 tras la declaración de Lizarra y que sirvió de antesala a una conversaciones con el Gobierno que no fructificaron. Aquella tregua se rompió con un atentado en Madrid el 21 de enero de 2000. Esa mañana ETA hacía estallar un coche bomba que costaba la vida al Teniente Coronel Pedro Antonio Blanco. Estaba casado, tenía 47 años y era padre de un niño de 11 años y una niña de 15.
El atentado tuvo lugar a tan solo dos manzanas de la vivienda del militar y la familia pudo ver la columna de humo desde las ventanas de casa. “Sabíamos de lo que se trataba pero no nos imaginábamos que nos había tocado a nosotros.” recuerda Almudena Blanco en esta entrevista. Su hermano Pedro, ese día estaba malo y se quedó en casa. Su madre, para entretenerle, le puso dibujos animados en la televisión pero, la cadena cortó la emisión para dar cuenta del atentado y el niño pudo leer el nombre y ver la foto de su padre en la pantalla. “Mama mama que dicen en la tele que es papa”. Cuando Almudena llegó a casa del colegio, estaba llena de militares con sus uniformes pero ella pensaba que su padre no había muerto, tenía la esperanza de que su padre estuviera herido. “Mama qué haces aquí? Vamos al hospital que papa estará solo” le decía Almudena a su madre.
La esposa del Teniente Coronel fue quien empujó a toda la familia para salir adelante. A Almudena le tocó madurar muy rápido. “Me hice mayor muy rápido” cuenta Almudena.
El paso de los años fue muy difícil pero el atentado no consiguió enterrar a toda la familia. “Nos merecíamos vivir y mi padre estaría muy orgulloso de ver que lo hemos conseguido”.
A la hija del militar le duele la apatía en la que ha caído la sociedad y asegura que su familia no necesita que le pidan perdón. “Creo más en la justicia que en el perdón que pudieran pedirnos los asesinos de mi padre”.