- La Defensora del Pueblo quiere unificar con los editores el relato de la violencia
ETA se está acabando. Los jóvenes que el año pasado votaron por primera vez en las elecciones autonómicas vascas tenían sólo 13 años cuando la organización terrorista dejó las armas. Una generación que se mueve entre el desconocimiento, el pasotismo y la curiosidad de quien, afortunadamente, no tiene la muerte y la extorsión como elementos de su paisaje cotidiano. ¿Cómo explicar a estos chicos y chicas lo que ha pasado? La Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, se reunirá con las editoriales de libros de texto para analizar cómo se enseña un pasado tan reciente como doloroso.
Su pretensión nace después de analizar varios libros sobre la Historia de España de segundo de Bachillerato. El estudio que la institución elaboró el año pasado detecta algunas carencias que, según su opinión, pueden dificultar a los más jóvenes comprender las auténticas consecuencias del terrorismo. Echa de menos un planteamiento “antropológico” que deje claro “su carácter intrínsecamente perverso”, la poca presencia de imágenes y de estadísticas sobre asesinatos o atentados, y la ausencia de relatos en primera persona de las víctimas, así como referencias a las leyes que las amparan. Unas reflexiones –y unos deberes– que toman una nueva dimensión justamente ahora, cuando todo apunta a que el desarme de ETA puede ser cuestión de días. Las editoriales, el mundo educativo y los políticos discrepan sobre la oportunidad del debate.
En Euskadi, el departamento de Educación y la Secretaría de Paz y Convivencia llevan tiempo desplegando programas en las aulas para deslegitimar la violencia. Una de las experiencias más significativas es el módulo educativo Adi-adian, que permite que los alumnos de cuarto de ESO y de Bachillerato escuchen en directo el testimonio de las víctimas. José Manuel Bujanda, maestro y exdirector de gabinete de la consejera de Educación, admite que este tipo de iniciativas quizás llegaron demasiado “tarde” pero que “hace diez años no se podían hacer”. Con la experiencia de quien ha visto pasar a muchos jóvenes por sus clases, concluye que “el paso del tiempo facilitará que estas cosas se hagan con mayor naturalidad”.
El ejecutivo de Iñigo Urkullu, que no ha recibido ninguna comunicación formal de Becerril, esquiva polemizar y recuerda que los proyectos curriculares son claros en este sentido. Su antecesor, Patxi López, ya dio pasos legislativos para incluir en los textos el rechazo al terrorismo y puso en práctica las primeras experiencias para acercar a los centros educativos la voz de los que sufrieron a manos de ETA, de los GAL y de la violencia policial. “Nos encontramos muchos más muros de los que nos esperábamos”, explica Isabel Celaá, que fue consejera en aquel gobierno socialista. Satisfecha por el camino que abrieron, avisa de que “en el País Vasco nos jugamos el relato crítico, que tiene que quedar perfectamente asentado”. Celaá cree que el debate que se ha puesto encima de la mesa es interesante y que evidencia otra urgencia: la necesidad de repescar la educación para la ciudadanía como espacio adecuado para reflexionar sobre estos temas.
A pie de calle, en los últimos cinco años de paz la fotografía de fondo en las aulas ha cambiado. Lo dice Pedro José Chacón, profesor de Historia del Pensamiento Político en la Universidad del País Vasco. “Hay un rechazo generalizado a la violencia, se ve como una cosa del pasado”, afirma, aunque lamenta que entre los jóvenes que llegan del instituto hay una preocupante ignorancia de los “fundamentos del liberalismo político”. Ahora bien, Chacón se pregunta qué porcentaje de influencia tienen los libros de texto en la formación del pensamiento crítico de los chicos y las chicas en 2017, ya que reciben información por múltiples canales. Iker Uson, profesor de la Universidad de Deusto, reconoce que hay un “nivel de desconocimiento significativo” de la historia reciente entre la juventud, que enmarca dentro de la normalidad ya que durante mucho tiempo las lecciones acababan en la Transición. Esperanzado con el trabajo que se está haciendo en Euskadi en los últimos tiempos, cree que el pasado reciente debe abordarse desde una perspectiva de derechos humanos que, más allá de los hechos objetivos, desemboque en un “discurso ético”. Según él, también se deberían estudiar los casos de tortura porque, en un futuro, pueden generar “dilemas” a las nuevas generaciones que tengan que plantearse como luchar contra el yihadismo.
Para las asociaciones de víctimas del terrorismo, Becerril toca el meollo de la cuestión. Desde Covite denuncian que en España hasta ahora “no se ha hecho absolutamente nada” en este ámbito. En cambio, creen que en el caso del País Vasco y Navarra se ha alimentado una “falsa teoría del conflicto” y ponen como ejemplo las imágenes de unos alumnos en un instituto de Hernani, en Gipuzkoa, homenajeando a una veintena de expresos, el otoño pasado. Sobre esta polémica, José Manuel Bujanda asegura que se trata de un hecho “excepcional”.
El presidente de la AVT, Alfonso Sánchez, opina que “debemos difundir el relato verdadero para que no vuelva a ocurrir nunca más”. Consciente de que las competencias educativas están descentralizadas, Sánchez cita como referente el caso de la Comunidad de Madrid, que incluirá por ley aspectos relacionados con el terrorismo y sus consecuencias como materias curriculares.
En medio de este intercambio de impresiones, los editores –actores destacados– esperan tener día y hora para verse con Becerril. Son ellos los que, después de conocer el informe de la institución, pidieron sentarse y hablar. Fuentes de ANELE, la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza, no esconden su “sorpresa” porque desde hace años trabajan codo con codo con los ministerios del Interior y de Educación para acordar los contenidos.
No obstante, se muestran dispuestos a escuchar nuevas propuestas. El reto no es fácil: toca construir relato para combatir el riesgo de la desmemoria, al mismo tiempo que la historia evoluciona en directo. – Fuente:
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