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lunes, 18 de marzo de 2019

El secuestro y asesinato de tres trabajadores


Jose Humberto Fonz Escobedo, Jorge Garcia Carneiro y Fernando Quiroga Veina, tres emigrantes gallegos, que acudieron al Pais Vasco para labrarse un futuro. Uno de ellos había conseguido ser agente de Aduana en la localidad fronteriza de Irún, otro había conseguido trabajo como transportista y el tercero todavía se encontraba sin trabajo, todos ellos se sintieron pronoto arraigados en las tierras vascas. 


El 24 de marzo de 1973 cayó en sábado. Jorge, Fernando y Humberto fueron a comer a casa de la hermana de éste. Después, tras una partida de cartas, se despidieron. Habían decidido ir a San Juan de Luz para ver la película “El último tango en Paris”, prohibida en la España franquista. Lo que fue un “hasta luego” se tradujo en un “adiós para siempre”. 

A la salida de la pelicula, los infortunados jóvenes decidieron tomar una consumición en el establecimiento “La Licorne”, de San Juan de Luz, capital del “santuario” etarra. Allí se toparon con un grupo de etarras. Entre ellos, el entonces dirigente Tomas Pérez Revilla, alias “Tomas” y “Hueso”, asi como sus secuaces: Manuel Murua Alberdi, “El casero”; Ceferino Arévalo Imaz, “El ruso”, y Jesús de la Fuente Iruretagoyena, “Basacarte”. Como si de una película del lejano Oeste se tratara, los terroristas, que iban armados, se enzarzaron con los “forasteros”, a los que confundieron con policias españoles. Tras un forcejeo que alcanzó el nivel de pelea y tuvo continuidad en el aparcamiento, los pistoleros finalmente pudieron reducir a los jóvenes gallegos y secuestrarlos. En dos vehículos, uno de ellos propiedad de Humberto, se los llevaron a una granja, entonces llamada La Sarre, situada en las afueras de Saint Paleis, propiedad de ETA. Pese a que el establecimiento se encontraba abarrotado en esa tarde-noche del sábado, nadie, ni clientes ni camareros, ni vecinos de la zona, oyeron o vieron “nada”. Se había impuesto la ley del silencio. Ante la falta de noticias, los familiares, angustiados, presentaron el lunes siguiente la correspondiente denuncia. Temían que los tres jóvenes se hubieran precipitado al mar por algún acantilado de la costa. La Policía francesa rastreó le zona, y poco mas.


Ni un interrogatorio a los terroristas, que disfrutaban de impunidad cuando los rumores sobre la posible autoría de ETA tomaba cuerpo de sospecha y, después, de noticia confirmada. Con cuentagotas llegaban datos a la Policía española. En efecto, los terroristas liderados por Pérez Revilla habían interrogado a los tres jóvenes gallegos. Querían arrancarles una confesión para acusarles de ser agentes de las Fuerzas de Seguridad. Nada, porque no lo eran. Intentaron obtener datos acerca de la misión que les había llevado a su “santuario”. Nada de nada, porque habían ido simplemente a divertirse. Pretendían obtener informes acerca de los conocimientos que tenían de la banda. Poco, porque sólo sabían lo que se publicaba en los censurados periódicos de la época. De los golpes, a la tortura mas cruel. Mikel Legarza, “El lobo”, que en aquellos años se había infiltrado en ETA, relata que el ex dirigente José Manuel Pagoaga, “Peixoto”, le confesó que a los tres les habían sacado los ojos con destornilladores. A medida que se afianzaba la hipótesis de ETA como autora del crimen, disminuía el interés de las autoridades francesas por esclarecerlo, para no irritar a la amplia colonia terrorista a la que amparaba en su territorio. 


Si nula fue la investigación en Francia, el vehículo de Humberto estuvo circulando impunemente durante un tiempo por el santuario etarra con matricula de Zaragoza, tampoco se hizo mucho en España. Las pesquisas se limitaron a interrogar, en 1974, al pistolero Jesús Maria Zabarte Arregui.


Este etarra, que tras ser amnistiado participó en una treintena de asesinatos, declaró entonces que le habia preguntado a Pérez Revilla por los jóvenes gallegos y que el dirigente le había respondido que cuanto menos supiera, mejor. La Policía también interrogó a la novia de Jorge, para que testificara que su prometido no tenia motivos para haberse ido de manera voluntaria. 

El juzgado de Irún decidió en octubre de 1975 archivar el caso por falta de pruebas. Hoy siguen sin aparecer los cadáveres.

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