Con buen criterio, el jefe del Estado ha recordado a las víctimas de las Fuerzas Armadas caídas ante el terrorismo en aquellos infernales días en los que ETA campaba a sus anchas por los montes y ciudades de España.
Aquéllos que durante años miraron con una cierta aversión y de reojo a las Fuerzas Armadas y sus mandos tendrán que convenir hoy que difícilmente se puede encontrar una institución más fijada a las normas que las FAS, incluyendo en ellas a la Guardia Civil. Su ministra socialista, Margarita Robles, aprovecha cualquier ocasión que se le presenta para subrayar el servicio permanente y en cualquier circunstancia de los Ejércitos de España, aún entre la incomprensión, la agresividad y la estulticia de algunos dirigentes políticos -básicamente, populistas, secesionistas y ultranacionalistas-que no han entendido que han pasado más de cuarenta años desde la muerte del general Franco.
¿Pandemia? Ahí han estado los uniformados. ¿Volcán? En primer tiempo de saludo. ¿Inundaciones? En primera fila achicando agua. ¿Fuerzas de Paz Internacional? ¡Como los mejores! Sin una estridencia, sin el más mínimo requiebro, sin aspavientos hueros.
No hace tantos años que el hoy jefe del Gobierno pedía la liquidación manu militari del ministerio de Defensa. Hoy, orondo, hincha el pecho cada que desfilan a su paso. Ha pasado del ninguneo al pelotilleo.
Aquí, escribió Calderón de la Barca, la más principal hazaña es obedecer. Es lo que hacen con honor, servicio y utilidad a la sociedad de la que salen y a la que se deben.
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