El capítulo 36 de 'La ventana de la memoria' recuerda a Ramón Díaz, cocinero de la Comandancia de marina de San Sebastián, asesinado por ETA el 26 de enero de 2001 en el donostiarra barrio de Loiola, con una bomba lapa de cuatro kilos de dinamita adosada a los bajos de su coche.
Arkaitz Díaz tenía 17 años cuando la banda terrorista mató a su padre. Le recuerda como "una persona un poco salsera, dicharachera, muy metido en las actividades del club deportivo Loiolatarra, bien para fiestas: caldereros, la Tamborrada...pero también, llevaba la sección deportiva de pelota a mano y andaba con los chavales en sus desplazamientos. Era una de esas personas que hace comunidad, que se apuntaba a un bombardeo y allí donde le pedían ayuda y colaboración estaba presto a ayudar. Muy ligado al barrio".
Díaz se ha preguntado "un montón de veces" por qué mataron a su padre. Pero, "tampoco es una cosa que me importe. El tema es que se hizo y ya está", asegura. Recuerda que "éramos una familia normal, el aita era una persona civil". Meses después de matarle, ETA difundió que "no era un objetivo". "Eso bien poco me importa. El hecho es el que es y me da igual", sentencia el hijo de la víctima.
El atentado le pilló desayunando para ir al instituto. "Escuché un bombazo muy fuerte y bajé. Un tendero del barrio, Gorriti, me paró y me dijo que era el aita. Fui hacia casa directo y mi ama estaba gritando en la ventana..." De los días siguientes recuerda mucha gente visitándoles y arropándoles en casa, "sobre todo, los del barrio" (los compañeros de Loiolatarra siguen homenajeándole todos los 26 de enero).
Diez años antes, en el mismo barrio de Loiola, ETA intentó matar a otro vecino, también socio de Loiolatarra, también con una bomba lapa. Ramón Díaz fue la única persona que se acercó a la víctima, José Ignacio Lago, le hizo un torniquete y evitó que se desangrara. Diez años después, la víctima fue él.
Tras el atentado, la vida de Arkaitz "cambió mucho, drásticamente, no solo porque te falte el padre, sino por todo: el ambiente que había, seguia habiendo atentados, mucha pancarta, mucha concentración, mucha presión social...siempre intentando dar legitimidad a algo que no lo tiene".
Transcurridos 21 años del atentado, Arkaitz agradece el homenaje que CCOO, sindicato en el que militaba su padre, le tributó recientemente, junto a otros once afiliados al sindicato asesinados por la organización terrorista. "Hay que recordar, mantener el relato y decir claramente qué es lo que pasó", asegura. - Fuente
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