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domingo, 27 de febrero de 2022

El atentado de la cafetería Rolando

El atentado de la cafetería Rolando, también conocido como atentado de la calle del Correo, fue un atentado terrorista cometido el 13 de septiembre de 1974 por la banda terrorista ETA-V Asamblea​ en una cafetería de la calle del Correo situada en el centro de Madrid (España), a escasos metros de la Puerta del Sol. Causó un total de trece muertos y más de medio centenar de heridos.


El atentado tuvo diversas implicaciones políticas: contribuyó a frenar el tímido aperturismo del Gobierno franquista de Arias Navarro; salpicó al opositor Partido Comunista de España, que fue acusado de colaboración con el terrorismo; marcó definitivamente a ETA como una organización terrorista y agravó su preexistente división interna que conduciría poco después a la escisión de la llamada ETA militar. ETA-V no llegó a reivindicar la autoría del atentado e, incluso, afirmó que había sido cometido por grupos de extrema derecha próximos al régimen de Franco. Los autores nunca llegaron a ser juzgados y se beneficiaron de la amnistía concedida en 1977

El 5 de noviembre de 2018 se hizo público que en el último boletín interno Zutabe, fechado en abril de 2018, ETA asumía la autoría del atentado.





El atentado

Edificio de la Real Casa de Correos en imagen de 2011. Ubicado en Puerta del Sol, en 1974 albergaba la Dirección General de Seguridad. A la derecha se aprecia la calle del Correo, en la que estaba situada la Cafetería Rolando.

Parece que fue durante la realización de la denominada «Operación Ogro», como se denominó a la preparación del asesinato de Carrero Blanco, cuando surgió en ETA-V la idea de perpetrar un segundo atentado en el corazón del aparato represor franquista: la Dirección General de Seguridad (DGS), ubicada en la céntrica plaza de Puerta del Sol. El acceso al edificio era casi imposible debido a las fuertes medidas de seguridad, pero se reparó en la existencia de la muy cercana Cafetería Rolando, ubicada en el número 4 de la aledaña calle del Correo, que era frecuentada por numerosos policías que trabajaban en el organismo, y alguien propuso que era un objetivo accesible. 

Según Lidia Falcón, abogada que luego sería detenida por la Policía por su relación con el caso, la idea de colocar allí una bomba partió de la propia Eva Forest,​ versión nunca aceptada por esta última. La dirección de la organización armada envió a un militante para que informase sobre las características del lugar y, tras su detención, envió a los dos miembros de ETA que luego colocarían la bomba. Estos informaron de que la cafetería era muy frecuentada por policías de la cercana DGS.​ 

La sugerencia fue aprobada por ETA en la convicción de que la mayoría de las víctimas de la explosión serían policías,​ y sin que exista constancia de que el hecho de que se tratara de un establecimiento abierto al público fuera un obstáculo.

Aunque la negara en su momento y no reivindicara el atentado hasta 2018,​ la autoría de ETA-V Asamblea era aceptada incluso por los historiadores más afines a las posiciones del denominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV).​ Los encargados de colocar la bomba fueron dos jóvenes vascos, Bernard Oyarzábal Bidegorri y María Lourdes Cristóbal Elhorga,​ que fueron entrenados al respecto.​ Se trasladaron en automóvil con la bomba hasta Madrid donde, según diversas fuentes, fueron alojados por Forest en una de las viviendas con las que contaba.​ 

El día establecido se dirigieron a la cafetería, entraron como si fueran clientes, dejaron bajo una mesa la bomba conectada con un temporizador y salieron del local.​ A continuación, la misma Forest, que era uno de los principales miembros de la red de apoyo,​ les condujo a un piso franco situado en Alcorcón donde se escondieron por un tiempo​ hasta que pudieron huir.​ 

El artefacto explotó sobre las 14:35 horas, en un momento de gran afluencia de visitantes por ser la hora del almuerzo. Los técnicos de la policía calcularon después que la bomba constaba de treinta kilogramos de dinamita, reforzada con tuercas que hacían las veces de metralla para aumentar el daño. El techo de la cafetería cayó sobre las personas que se encontraban en su interior. La tremenda explosión causó daños estructurales en el edificio y sus efectos no se limitaron a la Cafetería Rolando. La onda expansiva provocó daños en otras plantas del edificio y en los edificios contiguos y penetró en el vecino Restaurante Tobogán,​ cuya entrada daba a la Calle Mayor, que se encontraba en esos momentos repleto de clientes. Más de ochenta personas resultaron heridas, doce de las cuales murieron instantáneamente o al poco tiempo.​

La reacción popular inmediata fue de sorpresa y consternación, pero no hubo pánico ni alteraciones del orden.​ La reciente experiencia del atentado contra Carrero ayudó a que también en esta ocasión tanto población como autoridades conservaran la calma.

Consecuencias

Humanas

Imagen de 2010 de la esquina de la calle del Correo con la calle Mayor. En este edificio, conocido como Casa Cordero, se encontraban tanto la cafetería Rolando como el restaurante Tobogán. A la izquierda se ve la esquina de la Real Casa de Correos, sede en 1974 de la DGS.

Un total de trece personas murieron a consecuencia del atentado, bien en el mismo momento de la explosión, bien con el transcurso del tiempo.

  • Antonio Alonso Palacín, mecánico, natural de Alhama de Aragón (Zaragoza). Había contraído matrimonio seis días antes.
  • María Jesús Arcos Tirado, de 28 años, natural de Contamina (Zaragoza). Esposa de Antonio Alonso, trabajaba como telefonista en Alhama de Aragón. La infortunada pareja aragonesa llamaría la atención de los medios de comunicación durante la cobertura del atentado. El funeral se celebró en la iglesia de Contamina, con la asistencia de numerosos vecinos de los recién casados.
  • Francisca Baeza Alarcón, de 45 años, maestra del Grupo Escolar Jesús Castillo de Valdepeñas (Ciudad Real). Era soltera e hija única, y vivía con sus padres. Había acudido a Madrid a hacer unas compras y, como siempre que lo hacía, había ido a la cafetería con su prima.
  • Baldomero Barral Fernández, de 24 años, panadero. Natural de La Coruña, estaba acompañado de su esposa. Baldomero había sido boxeador profesional hasta 1971, ganando los títulos de campeón de Galicia de peso pluma y peso ligero.
  • María Josefina Pérez Martínez, de 21 años, esposa del anterior y también de La Coruña. El joven matrimonio estaba visitando Madrid. Tenían dos hijos, el mayor de ellos de tres años.
  • Antonio Lobo Aguado, ferroviario de 55 años natural de Villanueva del Río y Minas (Sevilla). Estaba casado y tenía dos hijos.
  • Luis Martínez Marín, agente comercial de 78 años nacido en Valladolid y residente en Madrid.
  • Concepción Pérez Paíno, de 65 años. Trabajaba como administrativa en la Dirección General de Seguridad.
  • María Ángeles Rey Martínez, estudiante de 20 años procedente de Burgos. Había comenzado a trabajar en prácticas recientemente, pero había acudido a Madrid para presentarse al examen de una asignatura que tenía pendiente. Había acudido a comer a la cafetería con unas compañeras.
  • Gerardo García Pérez, cliente de la cafetería por trabajar cerca de ella.62​ Estaba casado y tenía tres hijos.
  • Francisco Gómez Vaquero, de 31 años, cocinero de la cafetería. Fue rescatado con vida entre los escombros, pero falleció en el hospital. Estaba casado y tenía dos hijas de 4 y 2 años. Su viuda percibió solamente las pequeñas pensiones de viudedad y orfandad, y tuvo muchos problemas para criar a sus hijas.
  • Manuel Llanos Gancedo, camarero de 26 años, nacido en Villar de Vildas (Asturias) pero trasladado de niño a Villablino (León), donde su padre trabajó como minero. Los escasos ingresos de su familia hicieron que empezara muy pronto a trabajar como camarero. Cuando su jefe se trasladó a Madrid, él le siguió. Manuel ingresó con vida en el hospital, pero falleció antes de que pudiera ser intervenido quirúrgicamente. Fue el segundo empleado de la cafetería muerto en la explosión.​
  • Félix Ayuso Pinel, inspector de policía de 46 años. Ingresó en el hospital gravemente herido en la cabeza y sobrevivió durante dos años y cuatro meses, pero falleció en enero de 1977.​ Este hecho hizo que la inicial lista de fallecidos no incluyera a ningún policía, lo que supuso un grave problema de imagen para ETA, pero también le facilitó difundir la falsa versión de que el atentado había sido organizado por la propia Policía o por elementos ultraderechistas afines con oscuros fines políticos. Lo cierto es que, además del inspector Ayuso, varios policías más fueron heridos ese día, entre ellos el número dos de la policía política franquista.

Además de los fallecidos, un total de setenta personas más resultaron heridas, varias de ellas de gravedad y algunas sufriendo serias mutilaciones. Las consecuencias del atentado horrorizaron a la población. Se trataba del primer atentado terrorista indiscriminado que se cometía en España desde el final de la Guerra Civil pues nadie, ETA incluida, había cometido antes un hecho similar.​ Continuó siendo el atentado más sangriento hasta que ETA militar perpetró el atentado de Hipercor en Barcelona en 1987.

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