La policía francesa observa las armas encontradas en uno de los zulos cuya localización facilitó ETA en 2017. |
07-08-2022 - En el depósito encontrado en el sur de Francia también había detonadores
ETA, según dicen, ha desaparecido, pero lo cierto es que no comunica los lugares en los que aún se esconden cientos de armas y una gran cantidad de explosivos. El pasado día 30 de julio, según han informado a LA RAZÓN fuentes antiterroristas, un ciudadano francés descubrió accidentalmente un zulo de la banda criminal en el que había una importante cantidad de amonitol.
Este explosivo, ideado por los «técnicos» etarras, servía para ser utilizado en las bombas-lapa con las que se mataba a las víctimas en el momento en que ponían en marcha su automóvil. No contentos con el daño que causaba la explosión misma, los pistoleros se garantizaban que se produjera un incendio para que la persona atacada quedara abrasada.
El hallazgo del zulo se produjo en un bosque de la localidad francesa de Accous (en el departamento de los Pirineos Atlánticos). Según la Gendarmería Nacional, el depósito estaba debajo de un montículo de piedras.
Se intervino una decena de detonadores (con etiquetas de ETA), que fueron destruidos inmediatamente dada su inestabilidad. Este dato es importante y demuestra la maldad de la banda. Si la persona que encontró el zulo, por curiosidad o descuido, hubiera tocado o movido alguno de estos artilugios, habría corrido un gran peligro y, posiblemente, habrá podido morir abrasado.
Porque, junto a los detonadores, había cuatro garrafas de unos 25 litros cada una de amonitol. Este tipo de explosivo se usaba para que fuera más incendiario el artefacto; en resumen, para que las bombas-lapa se convirtieran en bolas de fuego.
El amonitol, de manejo extremadamente delicado y de alto poder destructivo, es una mezcla de amonal –nitrato amónico y polvo de aluminio– al que se le añade nitrometano, un aditivo utilizado como potenciador en los combustibles de aeromodelismo. La banda terrorista comenzó a experimentar con este nuevo explosivo a finales de 2007, después del robo de 2.000 litros de nitrometano en Francia en octubre de ese año.
Esta sustancia fue usada por última vez en el asesinato del inspector de la Policía Nacional Eduardo Antonio Puelles, el 19 de junio de 2009 en Bilbao. Era el Jefe del Grupo de Vigilancias Especiales de la Brigada de Información.
Su muerte, como consecuencia del amonitol, fue particularmente terrible. Se dirigía a su puesto de trabajo y se montó en su coche. Cuando había recorrido unos metros, el mecanismo de una bomba-lapa adosada a los bajos del vehículo se accionó.
La víctima ardió en llamas e incluso un testigo presencial del atentado relató que el inspector tuvo tiempo de pedir socorro, pero que nadie pudo ayudarle por la intensidad del fuego que siguió a la explosión.
Puelles tenía una hoja de servicios muy importante ya que había participado en la detención de muchos terroristas. El asesinato del inspector fue el primero perpetrado por ETA tras la toma de posesión del lendakari socialista Patxi López en 2009.
En julio de 2013, la Sección Tercera de lo Penal de la Audiencia Nacional condenó a 45 años de cárcel a cada uno de los miembros del «comando Otazua» (Iñigo Zapirain, Beatriz Etxebarria y Daniel Pastor) como autores del asesinato. Y a una indemnización conjunta y solidaria a la viuda del funcionario (300.000 euros) y a sus dos hijos (150.000 euros a cada uno).
Según el relato de hechos probados en la sentencia, el inspector fue asesinado con una bomba lapa que había sido adosada a su vehículo en el municipio vizcaíno de Arrigorriaga. La Fiscalía mantiene que «sobre la 1:30 o 2:00 horas de la noche del 18 al 19 de junio de 2009, se dirigieron al lugar donde se encontraba aparcado el automóvil, provistos de un artefacto explosivo». Iñigo Zapirain «se encargó inicialmente de su colocación, siendo ayudado por Daniel Pastor, al no localizar el punto donde debía ser insertado (...), vigilando la ejecución Beatriz Etxebarria». - Fuente: La Razón
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