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martes, 9 de abril de 2019

Los asesinatos son un ataque a la convivencia democrática



Los asesinatos son un ataque a la convivencia democrática, y, por lo tanto, las víctimas deben considerarse víctimas de la democracia. Existe la necesidad moral de reparar el sufrimiento y el dolor que padecen las víctimas. Son la expresión más cruda de la violencia por razones ideológicas. Son la expresión de la existente desigualdad política que la acción criminal de ETA ha introducido entre la ciudadanía vasca.

En nuestra sociedad la justicia está para determinar la culpabilidad de cada uno según las leyes; no depende de la determinación de unos individuos fanatizados por ideas de odio hacia compatriotas suyos. 

Resulta clarificador que los años más sangrientos de ETA hayan sido 1978, 65 víctimas, año en el que se aprueba la Constitución; 1979, 78 víctimas, año en el que se aprueba el Estatuto de Autonomía; 1980, 96 víctimas, año de la aprobación del Gobierno Vasco, el Concierto Económico, y Política Autonómica. El día anterior a firmar España el Tratado de Adhesión a Europa 1985, mueren cuatro personas asesinadas por ETA en tres atentados.

ETA escoge las fechas para significar en contra de qué está. Escoge a determinados periodistas como víctimas para señalar a quienes quiere hacer callar porque sus ideas no les gustan. Escoge a políticos concretos porque además de mostrar que los asesinos no saben hacer política, hay ideas que se expresan libremente y tienen más valor que las suyas. Escogen de víctimas a ciudadanos de la calle para que los demás se callen envueltos en temor. Tienen un equipo de selección o chivatos camuflados entre la ciudadanía que ejercen de policía secreta de ETA con el fin de delatar.

“Para el asesino la víctima no es un ser humano con derechos, sino un obstáculo que se interpone en el camino de la independencia de su patria, es la expresión de un conflicto histórico con el Estado español.

La labor pendiente a realizar respecto a las víctimas del terror son la de perpetuar su memoria, devolverles la voz que les quitaron expresando públicamente sus ideas, opiniones y reivindicaciones, narrar la verdad de todos esos años de terror y difamación, y exigir justicia luchando contra la impunidad de los asesinos.

No se puede pedir olvido, porque no hay nada que olvidar, hay que tener presente la memoria de lo sucedido, de lo que hoy todavía sucede, porque la memoria permite restituir un pasado difamante y poder abordar con limpieza el futuro”.

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